¿Tienes dudas sobre si dedicarte a eso en lo que te gustaría estar enfocado (y poder disfrutar trabajando a la vez que contribuyes con el mundo)?
Es normal.
Sobre todo, cuando uno piensa en el eterno:
«No tengo tiempo para poner el foco en eso. Tengo que seguir trabajando, no me puedo ir así a la brava de donde estoy»
(Meec. A lo mejor no te tienes que ir de donde estás)
Déjame que comparta contigo unos cuantos puntos a tener en cuenta a la hora de emprender o dedicarte a eso en lo que te gustaría poner tu foco:
Dedicarte a algo que te sale «solo»
Crear un proyecto basado en algo que haya sido uno de tus talentos innatos, una afición o un interés desde años atrás tiene la ventaja de que cuando hablas de ello te brillan los ojos.
Puedes hablar sobre ello con autoridad y experiencia. Los demás te captan enseguida porque lo transpiras por todo tu cuerpo, no solo hablas de «ideas que podrían funcionar». Tú ya has ido y has vuelto haciéndolo.
Te sale solo. Es algo instintivo.
Descubrirlo puede requerir un viaje al pasado, hacia aquellas cosas que te hacían vibrar o haciendo una revisión de tu trayectoria profesional.
Investiga y encuentra eso por lo que te pueden dar dinero más rápido con el menor esfuerzo posible.
Pista:
Si con una afición puedes solucionar un problema a una persona, tira por ahí. Probablemente puedas solucionárselo a dos.
Los beneficios recaen sobre tu propósito (o el de tu equipo) y tu salud
Todo lo que consigas con tu proyecto revertirá en la hucha de tu propósito personal y en esa nube de satisfacción en la que tumbarte y decir: «para esto es para lo que he venido al mundo».
Terminarás tus horas laborables teniendo la certeza de que has servido para algo más grande que tú.
Trabajar en un entorno elegido, en el que otros también puedan comulgar con tus ideas/intereses/principios
Esto que digo ahora puede sonar fatal, pero podrás decidir con quién trabajar y de quién te quieres alejar… Evitando así relaciones tóxicas en el trabajo.
Que esto no quiere decir que te puedas equivocar contratando a alguien que luego no cuaje, pero al menos podréis trabajar con principios compartidos (generando un buen rollo que permita entregar antes los proyectos y con mejores resultados).
Poder dedicar tus horas a proyectos alineados contigo y con el equipo que reúnas
Si te lo montas bien, podrás en un tiempo relativamente corto decidir trabajar con unos clientes u otros, basados en esos principios anteriormente comentados.
No todo el mundo será tu cliente. Define bien quién te puede comprar y ve a por ellos.
No pierdas el tiempo con quienes no hablen tu idioma.
Poder decidir en qué dirección quieres que crezca tu proyecto
Enlazado con los puntos anteriores, si emprendes podrás definir tú con tu equipo el camino a seguir y construir un castillo a medida, según objetivos a corto, medio y largo plazo.
No es lo mismo que entrar en un castillo ya construido y en el que a lo mejor no ocurre nunca (o al menos no de la misma forma) eso de poder tener voz y voto en la dirección del proyecto.
Crear una cultura corporativa propia
Una cultura corporativa es el conjunto de principios, valores, comportamientos e ideas que, compartidos por todo el equipo, hacen que trabajar se pueda llegar a convertir en algo más allá que esa actividad que te permite pagar facturas y pagar el techo bajo el que vives.
Poder construir un proyecto con energía cuidada, con personas que comparten una visión y que se levanten los lunes con ganas de ir a trabajar (Yo creo que esto último es de lo más guay).
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Puedes empezar en pequeñito, dedicándole solo unas horas al día, después de tu jornada laboral.
Cada día te presenta una nueva oportunidad de poner el foco en lo importante de tu vida.
Que lo hagas o no, eso ya depende de ti.
Fotografía de Daniel Vázquez