Después del uno viene el dos. Y nosotrxs venimos del inicio de la saga de posts sobre fuerza acumulativa con Un foco pone otro foco. Hoy vamos un poquito más allá.
«Si has puesto dos focos, puedes poner tres»
Piénsalo.
Sé que es obvio, pero lo más difícil ya pasó al conseguir poner un foco.
Podríamos denominar «un foco» a la unidad de tiempo que transcurre en esas sesiones de concentración o momentos de foco. Cuesta a veces pillarlos, pero una vez los encuentras, entrar y salir de ellos se hace un poco más fácil.
1 foco (f)
Técnicas para mantener el foco hay unas cuantas, y en el post anterior por ejemplo ya te presenté Forest, una app que te permite que hagas crecer un bosque digital con plantas y árboles a medida que vas avanzando en tus sesiones de foco.
También puedes utilizar la técnica del Pomodoro, mágica donde las haya: resumiendo, viene a referirse a sesiones de trabajo de 25 minutos con un descanso de 5 minutos al final. Y después, vuelta a empezar con otro Pomodoro nuevo.
Son bloques que luego tú puedes destinar a lo que quieras e incluso pervertir la técnica alargando la duración de los intervalos, pero la gracia del Pomodoro es que son bloques rápidos y a lo largo del día puedes avanzar mucho si te organizas bien y dosificas bien la energía.
En esta entrega dedicada al número dos, quiero hablar del poder que tiene ver que ya conseguiste hacerlo una vez.
Ya no nos enfrentamos al blanco nuclear de la página vacía, sino que hemos tenido un momento de foco con su inicio y con su final. Sabemos a lo que venimos ahora de nuevo. Disponibles para conquistarlo.
Podemos diseñar con conocimiento de causa cómo queremos que sea el camino del dos al tres (y sucesivos).
Si ya sabemos lo que nos saca de nuestro foco, ahora podemos ser un poco más previsorxs y decidir de antemano ponernos en un sitio que nos aleje de las distracciones que tuvimos la vez anterior.
Le vamos cogiendo el gusto a esto de estar enfocadxs y deja de causarnos tanto trauma.
Lo bueno que tiene el número dos es que sabe que ya está en el camino, que es escalable y que el tres va a llegar. Esa incertidumbre de «¿Y lo conseguiré de nuevo?» se va reduciendo. Simplemente se trata de copiar el esfuerzo y llegar al final de nuestra segunda sesión de foco.
Y definir un esfuerzo que pueda ser replicable tres, cuatro y más veces. De nada sirve matarnos en el segundo foco y que luego no podamos mantener ese esfuerzo de manera continuada en el tiempo.
La pregunta láser aquí sería:
¿Qué elementos pueden tener tus sesiones de foco para que se conviertan en disfrutables y sostenibles en el tiempo de manera rutinaria -sin llegar a aburrirte-?
Fotografía de Dani Vázquez